Somos miles, somos
millones. Así lo demostramos todos y todas los que tuvimos oportunidad el pasado 22 de marzo en Madrid,
en una manifestación que ya podemos calificar como histórica por lo que a
participación ciudadana se refiere.
Las Marchas de la
Dignidad lograron concentrar en la capital a unos dos millones de personas
pertenecientes, o no, a distintos colectivos, asociaciones, plataformas, etc.,
unidas bajo el lema “PAN, TECHO Y TRABAJO”, derechos reconocidos oficialmente
por nuestra Constitución.
Sin embargo, eso
no es noticia. Amanecemos hoy con la sensación de haber sido invisibles y, por
supuesto, más indignados que nunca.
Los medios de
comunicación, movidos por los hilos de los intereses de las más altas esferas
del poder, como si de marionetas se tratase, se han encargado de empañar
nuestra jornada de reivindicación absolutamente pacífica con la difusión de
imágenes de los altercados ocurridos al final de la manifestación y, cómo no,
de invisibilizarnos con la noticia de la muerte de Suárez, el primer presidente
del gobierno de los que muchos y muchas se atreven a llamar Democracia (sin
entrar en debates de si fue mejor o peor).
Y yo me pregunto:
¿por qué es más importante una única persona que dos millones de personas? ¿por
qué son más importantes sesenta y pico policías heridos que la gente que muere
desprotegida a consecuencia de los recortes en sanidad, en servicios sociales y
dependencia, o asesinada mediante “suicidio” porque perdieron todo a causa de
la crisis?
Porque pienso que
una vida vale una vida, y que toda vida es tan digna como cualquier otra,
siento el deseo imperioso de aportar mi granito de arena para, en la medida de
lo posible, hacer visibles a todas las personas que luchan incansablemente por
vivir en un mundo mejor, porque ellos y ellas son los auténticos patriotas (y
no hablo de banderas, el que tenga dudas que busque en el diccionario).
Así, como remedio
casero contra la invisibilización os voy a contar la experiencia que vivió el
grupo del Alto Palancia que participó en las Marchas de la Dignidad.
El sábado 22 de
marzo, a las 7:30 de la mañana, nos recogía un autobús procedente de Betxí en
la puerta de la Cooperativa de Segorbe para llevarnos a Madrid, donde nos
uniríamos a las Marchas de la Dignidad.
Éramos un grupo
diverso, algunos pertenecientes a colectivos o asociaciones de la comarca,
otros no…lo importante es que nuestra meta era la misma: llegar a Madrid y
formar parte de la manifestación que nos iba a dar la oportunidad de expresar
nuestra disconformidad ante el ataque a nuestros derechos del que estamos
siendo víctimas desde hace años.
Habíamos realizado
un gran esfuerzo entre todos por llenar el autobús y, por fin, allí estábamos
en la parada, haciendo las presentaciones pertinentes, saludándonos,
organizándonos. Si tuviera que definir con una palabra el ambiente que se vivió
desde ese primer instante diría que era de alegría.
Creo que no me
equivoco si digo que todos éramos optimistas y conscientes de que íbamos a
participar en una jornada histórica, ya que no nos cabía la menor duda de que
el encuentro en Madrid con todas las columnas desplazadas desde todos los
puntos de España iba a ser multitudinario, de manera que tendría una gran
repercusión. Se nos iba a oír porque íbamos a ser miles unidos por un mismo
objetivo.
Nuestro autobús
nos dejó enfrente de la estación de Atocha. Llegaban autobuses sin parar
procedentes de todas partes de España. Ya se podía ver mucha gente en las
calles y, después de comer en el Retiro, asistimos a la llegada de varias de
las columnas entre aplausos de la gente: Euskadi, Extremadura…. Vivimos
momentos muy emocionantes.
Observamos todo
con la misma ilusión con la que se ve algo por primera vez, intercambiamos
opiniones, nos fuimos conociendo mejor unos a otros de camino a la estatua de
Velázquez, donde habíamos coordinado concentrarnos con el resto de la gente de
País Valencià.
Fue entonces
cuando llegó el momento que yo considero de los más importantes del día: el despliegue
de la pancarta que varios compañeros habían realizado y que decía “ALTO
PALANCIA EN LUCHA”. Probablemente no fuera la pancarta más bonita, ni la más
vistosa, pero se convirtió en un símbolo de unión al instante.
Algunos nos
planteábamos encontrarnos con nuestros respectivos colectivos, pero nos
informaban que no se podían mover de Atocha, dada la gran afluencia de gente.
Era imposible avanzar, de manera que decidimos permanecer juntos bajo aquel
lema que resumía nuestro sentimiento. De esta manera, nos unimos al resto de
manifestantes camino a Colón, todos juntos independientemente de colores,
ideologías…estábamos allí por lo mismo.
Nuestra pancarta
sirvió de referente para encontrarnos, para no perdernos entre la multitud. La
gente nos preguntaba de dónde veníamos. Había muy bien ambiente. Todavía hoy
resuena en mi cabeza el grito “¡¡que viva la lucha de la clase obrera!!!”.
Decidimos no
meternos en Colón para poder llegar a tiempo a encontrarnos con el grupo de
Betxí y coger a la hora acordada al autobús. El camino de vuelta nos
impresionó: calles plagadas de antidisturbios por todas partes, mientras la
gente regresaba paseando tranquila y haciendo comentarios sobre el éxito de la
manifestación. Ese fue nuestro camino de vuelta a Atocha. Comenzaban a pasar ya
los vehículos de los servicios de emergencias a toda velocidad con sus sirenas,
por lo que se deducía que algo estaba ocurriendo.
Una vez enfrente
de Atocha cortaron la calle, lo que imposibilitaba el acceso de los autobuses.
Llegaban furgones y más furgones y los antidisturbios formaban delante de
nosotros atentos a cualquier movimiento extraño, sembrando el miedo.
Cruzamos a la
estación mientras nos pasaban por delante varios encapuchados que movían una
valla. Algunos les dijeron que se estuvieran quietos y no hicieran ninguna
tontería. Comenzaban a llegar algunos autobuses, pero el nuestro no tenía
posibilidad de llegar hasta allí. Rodeamos la estación siguiendo las
instrucciones del conductor, que nos llamaba intentando encontrar la mejor manera
de llegar donde estábamos.
Finalmente,
volvimos a la puerta de la estación, donde nos quedamos a esperar frente a 4
furgones con sus 4 formaciones de antidisturbios. Fueron minutos de auténtica
tensión. Intentábamos mantener la calma y charlar con la mayor normalidad
posible delante de ellos.
Al rato, se
subieron a los furgones y se marcharon. Nos dirigimos hacia el final de la cola
de autobuses siguiendo la acera para ver si por fin llegaba el nuestro. Sólo
queríamos subir al autobús y marcharnos a casa. Parece ser que mientras
subíamos ya había altercados en la puerta de la estación, donde habíamos estado
hacía un momento. Nos habíamos librado por los pelos.
Resumiría nuestra
pequeña aventura diciendo que fue un día lleno de emoción, y de tensión al final,
pero sobre todo de satisfacción. Sí, regresamos con la satisfacción de haber
estado allí, de haber sido partícipes de lo bueno…..y yo, personalmente, con
eso me quiero quedar, y no con las imágenes de los altercados que no paran de
mostrarnos por la televisión porque, de los dos millones de personas que
estuvimos en Madrid, no fue la mayoría la que protagonizó esos patéticos
episodios, y esas personas también cuentan.
Sin embargo, hoy
la policía es víctima para justificar un despliegue de medios absolutamente
desmesurado y criminalizar a la gente que se manifestó, sin que algunos medios
diferencien entre una mayoría pacífica y una minoría violenta en la que es
fácil encontrar infiltrados, como se ha comprobado en otras ocasiones.
Quiero terminar
dando las gracias a la gente del Alto Palancia y Alto Mijares, y a los
compañeros de Betxí y Sagunto con los que compartí este viaje, que demostraron
que lo importante es lo que nos une y no esos matices que a veces nos separan.
También quiero
agradecer el interés y la preocupación de aquellos que sabían que estábamos
allí y que nos llamaron para asegurarse de que estábamos bien, y de los vecinos
y conocidos que todavía hoy nos preguntan por la calle.
Y, por supuesto,
agradecer al Colectivo Eupv-Altura que me haya cedido este espacio para hacer
mi crónica personal del 22M, como un pequeño remedio casero contra la
invisibilidad.
Nos robarán todo, menos la DIGNIDAD. La lucha continúa
en el Alto Palancia, que nadie lo dude.
Elena.
Totalmente de acuerdo en todo su contenido con el articulo de Elena, solo me gustaría añadir que si algo me gusto con respecto a otras manifestaciones fue que se demostró que a la gente de la calle, la que vive las penurias del día a día, la que está en el paro, la que la desahucian de sus casas, la que no puede llegar a final de mes, la que lleva sus hijos a la escuela pública y ve como están acabando con todo lo referente a la Enseñanza y a la Sanidad Pública de calidad, la gente sin etiquetas, la gente normal, a esa gente, a la que vi en Madrid, a los cientos de miles, a esos no les hace falta ni los grandes partidos como el PP-PSOE ni los grandes sindicatos como CCOO-UGT para reivindicar lo que por JUSTICIA les corresponde, nos corresponde.
ResponderEliminarYo también me quedo con el grito que más se oyó en Madrid...
¡¡QUE VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA!!
Una frase que orgullosos llevábamos en la pancarta del Alto Palancia.
Os puedo asegurar que cuando haga balance de los días importantes que me ha tocado vivir a lo largo de mi vida, el día 22 de marzo del 2014 será uno de ellos.
Gracias a todos los que compartisteis ese día conmigo.
Muy buena crónica. Sobre los medios de comunicación... bueno, en su línea, siento si esperabais otra cosa... y me gustaría aprovechar desde aquí para condenar los actos violentos que se produjeron al final por ambas partes... me entristece los detenidos injustamente pero también los policias heridos, no es deseable nada de eso.
ResponderEliminarUn saludo.
Fantástica crónica Elena, muy difícil contarlo tan bien como lo has hecho. Gracias x todo!
ResponderEliminarGracias Elena por compartir esa experiencia única que todos vivimos el 22M y principalmente gracias aquellos que la vivisteis en primera persona.Estabais allí alzando la voz por mucho que no pudimos estar.Me quedo con la frase; es más lo que nos une que lo que nos separa.Quedó más que demostrado que así es,independientemente de banderas,colectivos,asociaciones,( todas ellas válidas y necesarias para desarrollarnos como país),lo que nos une a todos es la lucha por la DIGNIDAD.Gracias por compartir esta crónica y SALUD Y REPÚBLICA
ResponderEliminarFELICITAR A LOS COMPAS DE IU DEL ALTO PALANCIA QUE ASISTIERON A DICHO EVENTO. NO PUDE ASISTIR POR RAZONES DE SALUD, EN EL MOMENTO PASO POR UN COMPLICADO ESTADO DULCE. UN ABRAZO, Y HASTA LA VICTORIA,
ResponderEliminarALEXANDER, IN SEGORBE.